Thursday, April 26, 2007


Comentario a
Cuando digo INTERSEX (entrevista a Mauro Cabral)

(En el marco del seminario Identidad y Sexualidad- UBA- a cargo de Marta Iturriza- Adrian Ortiz)

por Vanesa Guerra

Quería hacer un comentario, algo desordenado, con respecto al trabajo del seminario. Algunas cuestiones me quedan dando vueltas cada vez, y creería que cada vez son más, sin embargo no se suman, pero tampoco se restan. Hay algo particular en estos encuentros y me parece que roza un poco esta idea que ayer se deslizó o se abrió en lo que refiere a lo que convoca y a lo que no convoca.
Yo vengo pensando que este seminario y la lectura de algunos textos totalmente nuevos para mí, me afectan de un modo impreciso, me convocan a una suerte de estado intuitivo, una especie de balbuceo del pensar que no se deja asir por la facilidad de ciertas teorías o prácticas clínicas más estáticas que estéticas.

La lectura del texto de Mauro Cabral , me refiero a Cuando digo intersex, me resultó una experiencia gratísima, me recordó una vez más lo precario del lenguaje en sus inevitables intentos por agarrar la cosa, me recordó el plan de Artaud, o a lo que a mi me pasó cuando leí por primera vez a Artaud; hay algo en el lenguaje que se parece más a un mono con navaja que a un instrumento útil.

Creería que poder tomar esta inutilidad del instrumento, festejar o convivir con ese mono con navaja, nos acercaría a experimentar una vez mas que hay algo del orden de lo extraño en la lengua, hay algo muy ajeno, muy extranjero, que se nos viene enredando desde siempre en las palabras, y, bajo ciertos estados anímicos hacen vacilar cualquier forma de la identidad.

Este lenguaje desbordado de cuerpo, esta lengua que no sabe- ni puede- nombrar, de un buen tiempo a esta parte, se encuentra trabajada con signos, que en principio, creo, en realidad no lo sé, no formarían parte del alfabeto ordinario (pero sí de un teclado ordinario): Un arroba, un asterisco. Hay un mestizaje (¿una mixtura?) de materia.
En realidad, como siempre que vi escritas las palabras, por ejemplo nosotr*s;
nosotr@s, etcétera, siempre las leí en voz baja, porque estaba sola frente a la pc o a un libro, cuando me explicaron, no sin enojo que ¡no era un error de tipeo! sino que se trataba de una cosa inmensa, que se trataba como de algo así como de jaquear al lenguaje y obligarlo a una transformación, a una reflexión que tenga al menos la voluntad de estar a la altura de los seres que lo hablan, pensé, primero, que era una suerte de revolución (y yo que creí que ya no había lugar para ninguna revolución en este mundo perezoso), pero en segundo lugar, me di cuenta, que no sé leer eso en voz alta, no sé cual es el sonido que le corresponde. Esta es una pregunta que hago; pero como las preguntas nunca se quedan quietas empecé a imaginar que la escritura tendría más fuerza o más peso o más inquietud, que la voz; después, también pensé-supuse en el terreno de una ignorancia, que la voz todavía no había llegado. Ahora, que la voz llegue, podría ser un problema, podría ser la clausura, la cristalización de un movimiento, o quizá el relanzar la problemática hacia otro lugar, para el caso, pienso, cada vez hay más letras en la sigla, más grupos, más; conforme se camina, camina el horizonte.
Pienso, también, que en los comics, en los chistes, cuando algo no se podía decir, los guionistas escribían algo así como un garabato, como un amontonamiento de signos y en ese contexto, a mí no se me ocurría pensar que era un error de tipeo; de todas formas, intuyo, porque ya no lo recuerdo, a alguien le habré preguntado que decía ahí o que hacían esos dibujitos donde debía haber letra.

Era interesante, pues a ciencia cierta nadie lo podía saber.

Vanesa Guerra, 2006
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Dr. Elephant II, mayo 2007










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